El retrato de la sociedad siempre ha estado de la mano de los cronistas, esos seres que se asoman a ventanas para observar como deambulan personas con vidas en estado de putrefacción, aunque también otras que se muestran mucho más optimistas. Ellos destinan sus miradas a esos elementos discordantes en una sociedad maniatada por los estereotipos, esa que crea monstruos domesticados que sufren por dentro y ríen por fuera en una cabriola de patética falsedad.
Nueve millones de historias tiene la ciudad de Nueva York; eso decía Rubén Blades en una de las obras más descriptivas del Spanish Harlem, creando una secuencia que visionábamos en cada estrofa de la canción. Lou Reed supo de eso, él fue un escritor despiadado y cínico con las gentes que se escabullían por las alcantarillas, aunque lo que realmente se escapaba por allí eran miles de sueños rotos. Hubo cronistas de todo tipo, músicos que enarbolaban su guitarra como un instrumento de guerra poética, Woody Guthrie lanzaba arengas a los trabajadores para que se rebelasen contra la ignominia del capitalismo americano, Phil Ochs era agresivo con el poder militar, con las instituciones jerárquicas, Fred Neil se mostraba cercano a los que caminaban sin destino en un mundo hostil a los pensamientos de libertad, Dylan… bueno, Bob Dylan tenía como aliada la fantasía y con ella dibujaba mundos oníricos en donde solo pequeñas metáforas afloraban para describir pensamientos. Tom Waits siempre fue descarnado, recitando en sus textos ejemplos de prostitutas que escribían a sus padres desde el otro lado del país, diciendo que trabajaban en una oficina, más sueños rotos o, más bien, despedazados por la incomprensión.
No nos quedan cronistas en el rock, o puede que sí, pero no los reconozco, son más timoratos, menos atrevidos, infinitamente más resignados que aquellos francotiradores que disparaban adrenalina vírica en sus composiciones.
Echo mucho de menos a los cronistas agresivos, a los que tenían lanzallamas en sus letras y que disparaban sin piedad para arañar nuestros sentimientos, nuestras conciencias.
Al fin y al cabo, como dijo otro de los grandes cronistas del asfalto, Elliott Murphy:
“And there were junkies, pushers, pimps and hookers
You never know what you’re in to’
And you can shake it, try to forsake it
But you know you’re gonna take it
You never know what you’re in for
By the time he was nine there was a sign of an old melody
He tried to list what it was he missed was that a kiss
Was that real or TV
He said I’m gonna find my way I’m gonna make it pay like rehearsed passion play
Everyday, everyday”
Buenas vibraciones!