La tradición sueca de crear un circuito para la revisitación del garage fue extendida en la década de los 80, un género que a los nórdicos siempre les atrajo y que tuvo su reflejo en grupos implacables. Quizá todo se quedó en bandas de correcta estética y formidable puesta en escena, además de entregar discos arrebatados y rebosantes de energía, aunque sin alcanzar notoriedad fuera de sus fronteras. Los más exitosos fueron The Creeps, pero fueron los Wayward Souls quienes rubricaron el mejor LP de esta tendencia, un disco sabroso de estética sixties ensamblado con melodías vigorosas y, sobre todo, estribillos fulminantes. Hicieron tres álbumes, pero su debú fue la piedra filosofal de aquellos aguerridos muchachos que se atrevían con canciones propias y las mezclaban con alguna que otra versión histórica, como aquella de la Chocolate Watchband, que incluía este memorable LP. De este tipo de discos, debo reconocerlo, se nutre mi memoria selectiva, de los pequeños e ignorados talentos que, en un momento de su vida, disparan una llama eterna de creatividad, como estos The Wayward Souls.

Buenas vibraciones!