The Ronettes ‎– Be My Baby (1963)
La gran avalancha de grupos de corte femenino invadía las listas de éxitos americanas a principios de la década de los sesenta; era la epopeya de la juventud que usaba mixturas de blancos y negros en una sociedad que amenazaba los estereotipos racistas de la cultura anglosajona en el nuevo continente. Todas las compañías discográficas peleaban por tener en sus caballerizas a chicas con chispa y voces irresistibles que cautivaran las carteras de los compradores de discos y la atención de los locutores de radio, que entonces movían todo el cotarro.
Los dos polos eran contradictorios, la blanca palidez y la sensiblería rayana en lo ñoño de las blancas, enfrentada a la energía y la sensualidad negra. Pero de todo había en ambas caras de la moneda y, por si fuera poco, aparecieron otras partes del abanico multicultural en la América que despertaba del escenario hasta ahora solo compartido por los rockers de ceño fruncido. Veronica Yvette Bennett se mezcló, desde muy niña, con los puertorriqueños que manejaban las calles más peligrosas de Nueva Tork. Ella era hija de negra e irlandés, una mezcla explosiva que cristalizó en una imagen agresiva e impecable, casi chulesca, acompañando una voz temperamental, aguda y sexual. Ronnie era una catársis de mujer, dejaba a todos boquiabiertos, manejaba sus posibilidades con un desparpajo y una destreza encomiable. Junto a su hermana Estelle y su prima Nedra forma un trío vocal casi insuperable, The Ronettes, donde dejaba claro quien era la que mandaba. Siempre se ha dicho de ellas que era un grupo puertoriqueño de rock, pero eso no era cierto, aunque se supo aprovechar el tono déspota de los boricuas para epatar a la audiencia.
Tras unos singles en el sello Colpix, apareció un tipo menudo con un cargamento de buenas canciones, intenciones no tan buenas y un sello propio. Phil Spector se fijó inmediatamente en la voz de Ronnie, en su presencia, en sus curvas y la quiso para sí. La tuvo, como artista y como esposa, pero en el interín dejo en sus manos algunos de los singles más esplendorosos de la primera mitad de los 60.
“Be My Baby” es una canción de súplica, de esperanza y de pasión, una llamada al amor en estado puro y sincero, un volcán de emoción que comienza con dos golpes de bombo que reclaman a nuestro cerebro una atención inmediata. La secuencia del ritmo, del piano, repetitivo y casi hipnótico, dan la entrada a la voz de Ronnie, que decora una melodía diáfana que aparece con cuentagotas, hasta que se desborda en una cascada de sonidos superpuestos, de arreglos exuberantes y del desacato en la voz principal, que vuelca todos los sentimientos en algunas notas que parecen orgasmos.
Sé mi baby, quiero que lo seas ya, es, repito, una de las súplicas más hermosas de cuantas se hayan escrito jamás. Brian Wilson llegó a escuchar esta canción quinientas veces seguidas intentando (no lo necesitaba, él era también otro genio) atrapar ese esencia del amor verdadero, el que sirve para darse cuenta de que la vida vale solo por momentos de intensidad limitada, aunque vibrante. Puro placer sónico.
https://www.youtube.com/watch?v=2g_FD_sYazk

The night we met I knew I needed you so
And if I had the chance I’d never let you go
So won’t you say you love me,
I’ll make you so proud of me.
We’ll make ‘em turn their heads every place we go
So won’t you, please, be my be my baby
Be my little. baby my one and only baby
Say you’ll be my darlin’, be my be my baby
Be my baby now, my one and only baby
Wha-oh-oh-oh.
I’ll make you happy, baby, just wait and see
For every kiss you give me I’ll give you three
Oh, since the day I saw you
I have been waiting for you
You know I will adore you ‘til eternity
So won’t you, please, be my be my baby
Be my little. baby my one and only baby
Say you’ll be my darlin’, be my be my baby
Be my baby now, my one and only baby
Wha-oh-oh-oh.