Kevin Archer es uno de los músicos más infravalorados del pop británico en los ochenta, una tremenda injusticia para quien formó parte de una leyenda de aquella generación, tomando incluso el valor añadido de la composición y puesta en marcha.
Su amigo Kevin Rowland lo reclutó para formar los Dexy’s Midnight Runners, por entonces militaba en un grupo de actitudes punk que solo había publicado un single y estaba con una serie de maquetas pululando por sellos discográficos independientes y minúsculos, allí es donde realmente se conocieron ambos. Fue por el 77, lógicamente, cuando idearon la fusión entre la aguerrida forma física del soul y la energía demoledora del punk, incluyendo atuendos de portuarios desafiantes.
Componiendo a partes más o menos iguales, los dos Kevin publicaron un disco de debút arrollador y Archer llevó la batuta en canciones emblemáticas como “Geno”, el magistral homenaje a Geno Washington, icono del movimiento mod de allnighters en los 60, o la irresistible “There, There, My Dear”.
El ego de Rowland obligó a Archer a cambiar su nombre por el de Al (no podía soportar tener dos componentes con el mismo nombre en el seno del grupo). Como no podía ser de otra forma, Archer abandonó la nave harto de las presiones de liderazgo de su compinche y se recluyó en un estudio de grabación pensando en reclutar músicos (entre ellos el violinista Steve Shaw de los Runners) para un nuevo proyecto. Todos conocemos la tozudez y egolatría de Rowland (que, por otra parte, es de sobra merecida, nadie discute su enorme ingenio), pero su cambio de rumbo hacia una estética de irlandés zarrapastroso no iba con el ideario de Archer.
The Blue Ox Babes solo publicaron tres singles, tres gemas de soul blanco que emparentaban su estilo con el de los primeros Dexy’s y… no ocurrió nada con ellos, a pesar de la magnificencia de tales composiciones, ni “There’s No Deceiving You”, ni “Apples And Oranges”, ni la monumental “Walking On The Line” consiguieron hacer removerse a la crítica y vender más de lo testimonial. Estos tres maxis contenían doce esculturas sónicas de un nivel fuera de lo común.
Diez años después (y curiosamente reconocidos por el propio Rowland) se rescataron aquellas maravillosas canciones y otras que habían quedado sin perfilar para un recopilatorio que el sello Cherry Red tuvo el honor de publicar.
Al (o Kevin) Archer se escapó de la música en una huida en la cual la negación de su talento creativo oscureció una de las mejores posibilidades del pop inglés. Pero eso es ya una constante del arte en proceso de extinción.