Inglés de nacimiento y californiano de adopción, Graham Nash fue uno de los adalides del movimiento hippie real, un confeso que buscó siempre la veracidad y logró un equilibrio entre su vida como músico famoso y su participación en actividades políticas libres de sospecha. Además, y aunque esto pueda parecer pueril, era un genio.

Miembro fundamental de los insignes Hollies en Manchester, suyas fueron algunas de las gemas más vibrantes de aquella generación que creció junto al apoteosis de los Beatles y que tenían muchas cosas que decir alrededor del sentimiento pop del Merseybeat, que aglutinó grandes nombres como Gerry & The Pacemakers, Herman´s Hermits, Searchers o los propios Merseybeats. Nash componía gran parte del material de Hollies y era una de sus voces mejor timbradas, pero sus inquietudes le tenían ocupado descubriendo otros senderos, tanto sonoros como sociales; eso le llevó a convencer a sus compañeros para adentrarse en terrenos psicodelicos en álbumes como “Butterfly” o “Evolution”. Fue entonces cuando descubrió un lugar en el mapa que vivía en otra galaxia, que transmitía una esperanza que se había agotado para todo aquél que creyó en movimientos como el comunismo, centrado definitivamente en crear estados de control que poco tenían que ver con los sueños de Marx. Un comunismo constrictor que fue vapuleado por la idea brillante de una izquierda superior y permisiva, el concepto que respiraba «people in motion» en California.

Hollies 4 Lps

4 DE LOS DISCOS FUNDAMENTALES DE HOLLIES CON GRAHAM NASH

Mucho daño han hecho los prejuicios y la terrible falta de información auténtica sobre el “movement”, un pensamiento que reúne la mejor visión de la izquierda del pasado, presente y futuro, donde las libertades no se imponen sino que se comparten, donde no hay doctrinas excluyentes, sino búsqueda de participantes en un estado completo y lúdico, que podía haber triunfado en una generación que se ilusionó y que tuvo, incluso, a políticos de renombre haciendo cambios desde dentro. El hippismo era abierto y cambiante, no tenía doctrinas cerriles que imponían sus estatutos sin posible cambio. Era un ideario aperturista y, como tal, causó estupor en los gobiernos americano y algunos europeos, que veían una posible revolución imparable. Las drogas y la imagen que de ellos se tenía fueron implantes de la CIA para desvirtuar la cosa. El 90% de los hippies no consumía drogas duras, de hecho estaban convencidos de que la misma naturaleza proporcionaba las sensaciones adecuadas para lograr instantes felices. La historia de que eran sucios y cosas aberrantes fueron también inventos del stablishment americano. Evidentemente el festival de Woodstock no ayudó mucho a la imagen, porque fueron ya los últimos coletazos del movimiento y se habían incorporado a la historia muchos advenedizos sin criterio ni convicciones, motivados por la pura y simple diversión. El último golpe del poder fue meterles la heroína, allí se acabó todo.

Pero durante un periodo de tiempo efusivo y colorista, el hippismo engendró grandes talentos, en todos los aspectos, desde los dibujos de Rick Griffin hasta los escritos de Tom Wolfe, aunque lo más sobresaliente fueron los cientos de sonidos que nos trasladaban a cosmos infinitos y generaron discos que hoy siguen siendo símbolos de las mentes más abiertas que jamás ha dado el rock.

La ciudad de la que hablo es San Francisco, un lugar donde todavía hay un poso de concepto hippie que deslumbra. Grateful Dead, Jefferson Airplane, Quicksilver Messenger Service y tantos otros eran sus mensajeros, como también un tipo que había llegado desde Inglaterra y cuyas canciones habían dejado mareados a congéneres como Neil Young, Stephen Stills o David Crosby, tres cabezas indispensables del sonido de la Costa Oeste. Graham Nash se unió primero a Stills y Crosby en un LP glorioso, donde sus aportaciones, mayor tintadas de pop que las de sus compañeros, eran pasteles de ilusión y melodía, a partes iguales, viajando desde el expreso de Marrakesh hasta los cabellos de una mujer de la que quedó prendado, la canadiense Joni Mitchell, que le supuso uno de los trastornos emotivos más grandes de su vida.

C S N & 1er Lp

EL PRIMER LP JUNTO A STEPHEN STILLS Y DAVID CROSBY, EL «DEJA VÚ» YA CON NEIL YOUNG, EL FABULOSO DOBLE LP EN DIRECTO «4 WAY STREET» Y SU PRIMERA OBRA MAESTRA EN SOLITARIO, EL INCOMBUSTIBLE «SONGS FOR BEGINNERS«

Graham Nash permaneció junto a sus amigos lo justo para hacer obras maestras como “Dejà Vú”, en la que pedía una educación más libre para los hijos, o el inconmensurable doble disco en directo “Four Way Street”, que grabó cuando personalmente vivía un drama sentimental con Joni Mitchell.

 Sus dos primeros discos en solitario recogen parte de la música californiana más excepcional de los 70, especialmente “Songs For Beginners” obra maestra que no tiene ni una sola fisura y que retrata la sensibilidad de un artista sin parangón, que deja claras sus intenciones y sus esperanzas en canciones como “Chicago”, donde profetiza que “podemos cambiar el mundo”. Le podemos acusar de iluso, pero no olvidemos que los mejores pensamientos siempre han venido de ideas a priori imposibles. Letras y sonidos en armonía que siguen pasando los años con un brío inusual. Temas como “Military Madness” siguen en pleno apogeo, tanto por lo que se dice en la canción como por su sonido, increíblemente indie para aquellos años.

 Nash siguió su carrera con un segundo LP soberbio “Wild Tales”, aunque no tan monumental como su debut; luego se alió con su viejo amigo David Crosby y ofreció, año tras año, buenos ejemplos de su capacidad para hacer grandes canciones hasta que, obviamente, sus discos no fueron nada más que un velado reflejo de lo que fue.

Crosby & Nash Lps

LOS DISCOS QUE HIZO JUNTO A SU GRAN AMIGO DAVID CROSBY Y SU SEGUNDO LP EN SOLITARIO, OTRO GRAN ALBUM TITULADO «WILD TALES».

Pero ahí está su legado, ahora reivindicado por un buen elenco de músicos contemporáneos que ha reunido su hija, Nile, en un proyecto titulado “Be Yourself”, con participaciones estelares de Port O’brian, Brendan Benson, Vetiver, Jonathan Wilson y Bonnie Prince Billy, que se atreve con una adaptación en español de “Simple Man”, la canción que más se resiente de la relación con Joni.

Tanto Graham como sus hijos, especialmente, Nile, viven bajo prismas que no distan mucho de la ideología hippie, dentro de las posibilidades de un mundo tan inhóspito para los sueños como el que nos toca vivir ahora mismo.

Timothy Leary escribió “Confesiones de un adicto a la esperanza” en 1973, cuando el movimiento había sido vencido por el implante de la realidad, un libro descriptivo para todos aquellos que expandían su mente hacia planetas más coherentes, más solidarios y menos materialistas. Releyendo aquellas líneas, uno parece ver la descripción de almas sensibles como la de Graham Nash y, sólo en ciertos momentos, parece que el sueño pueda regresar. Ojala.