Muchos artistas vivieron, o casi sufrieron, el estigma de ser flor de un solo éxito, lo que les convirtió en unos efímeros focos de atención juvenil como si se tratase de una ráfaga. Si eso ocurría en los Estados Unidos, por lo menos se conformaban con llenar sus arcas y esperar otro salto a la fama e incluso lograr un estado de bienestar revivalista a su vejez.
Pero lo cierto en muchos casos es que esa especie de sepulcro en el olvido no se tendría que haber dado y ese momento relámpago eclipsó la realidad de muchos de ellos, que sí fueron capaces de hacer cosas dignas, incluso considerablemente buenas.
Lesley Gore, neoyorkina de nacimiento, alcanzó la notoriedad gracias a la fulminante «It’s My Party», un proyectil de angustia juvenil que rozaba la perfección; luego tuvo otros hits menores, como «Judy’s Turn to Cry» o «You Don’t Own Me», pero ya no logró capturar la atención de aquel trallazo de 1963.
Hasta el 65 siguió haciendo maravillas en forma de discos de temática teen, con un índice de ventas estable, aunque no suficiente para la ambición de su compañía de discos.
«California Girls» fue su rendición al momento hippie sin abandonar su irresistible gancho pop, pero eso es algo a lo que el sello no estaba preparado y, al año siguiente se negó a publicar un monumental disco del que solo hay unas recopilaciones aparecidas treinta años después que sirven para dar justicia a esta mujer y ajusticiar culturalmente la pacata política de Mercury, que no dejó ver la luz aquel bellísimo disco de la no menos magistral Lesley Gore. Aquel sublime «Magic Colors»
A ver que os parece esta muestra
Buenas vibraciones!

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