En numerosas ocasiones he traído a la memoria compartible un EP que, con toda probabilidad, fue uno de esos discos definitorios de un estilo, de una identidad, de un grupúsculo de personas con ciertos latidos sonoros. Ocurrió en aquella encrucijada entre décadas, los setenta abandonaban dejándonos un poso de rencor por tiempos fracasados, pero se abría el tornado de technicolor que marcó los ochenta. No es que aquella generación descubriera la quintaesencia de la creatividad musical, pero sí estableció nuevos parámetros en comunidades de jóvenes que estaban ávidos de pasión. Con Mamá ocurría algo imprevisible, que un compositor supino, que jugaba con la ternura de la adolescencia, pero que poseía una locución dramática inmejorable, fuera capaz de exponer en muy pocos minutos la angustia adolescente, ese amor que pensábamos sería imperecedero y que se tornaba en odio visceral con tan sólo dos llamadas telefónicas. José Mª Granados nunca fue bien visto por las hornadas irritantes de la mal llamada “movida”, en su haber llevaba pelo largo, una mochila con pasado pseudo hippie y mucha lucidez en su cabeza (algo que algunos punks de aquellos años detestaban, muy botarates ellos).Contra todo pronóstico, Mamá siguieron adelante, les estafaron, grabaron discos con una producción desleal a sus principios y, cuando todo parecía perdido, se rescataron a sí mismos gracias a la locura de un tipo adorable, con su sello Rock Indiana. Pese a todo aquél primer EP rozaba la perfección, en todos los sentidos. Ahora, un montón de años después, otros encantadores de notas musicales crean un sello y dedican su primera referencia a rescatar las cuatro obras maestras de aquél disco pequeño, reinterpretadas por afines a esas inclinaciones poéticas, Miqui Puig, Happy Losers, Fran Nixon y mis grandes amigos de Star Trip. No voy a comparar las nuevas formas de concebir aquellas canciones, eso es lo de menos, la brillantez de las mismas adquiere otros tintes, tan excitantes como los de antaño; pero sí quiero agradecer a Valentín y César que el ímpetu les haya movido para tal hazaña. A mí ya me han hecho feliz recordando aquella letra que tanto me hizo llorar y que lo sigue haciendo, prefiero que me odien a pasar inadvertido: “Yo no sé qué careta va a servir, Si me miras sólo pienso en huir. Si mis flores no te gustan tíralas, para eso están. No te puedo ofrecer nada más que lo mío, nada más, Estoy vacío, nada más. No quiero que por mí sientas indiferencia, es vulgar. Todo lo que dices está bien, Tus razones te van a sostener. Pero cuando todo acaba y tú te vas, me pongo mal. No te puedo ofrecer nada más que lo mío, nada más, Estoy vacío, nada más. No quiero que por mí sientas indiferencia, es vulgar. Yo no sé qué careta va a servir, Si me miras sólo pienso en huir. Si mis flores no te gustan tíralas, para eso están. No te puedo ofrecer nada más que lo mío, nada más, Estoy vacío, nada más. No quiero que por mí sientas indiferencia, es vulgar, Es vulgar, es vulgar” Buenas vibraciones!