En la foto, el número 30 de la revista Star, que apareció meses después de la muerte del dictador. Como casi todas las semanas, la revista era secuestrada por la censura española, pero a pesar de ello llegaba a las casas de quienes estábamos suscritos.
Tengo todos los números de Star y ello gracias a mi padre, que se hizo suscriptor desde la primera entrega y me hizo comprender que había un mundo multicromático paralelo y superviviente a un régimen de atrocidades culturales, sociales y políticas. Color frente a blanco y negro.
Star me abrió los senderos del pensamiento, me acercó a los escritores, dibujantes o músicos que se atrevían a combatir un mundo aburrido y marcado por las dos grandes tendencias de la época, el fascismo y el comunismo, un mundo en el cual había un cargamento de ideas maravillosamente subversivas agazapadas a punto de saltar a la yugular del costumbrismo inmovilista.
Star tenía un cónclave Barcelona-Madrid-Valencia, El Hortelano, Ceesepe, Nazario, Claudi Montanyá, Eduardo Haro Ivars, Eugeni Bonet, mis inspiradores, gente que instigaba al encuentro de nuevas percepciones.
A mi me hizo pensar, disfrutar del pensamiento, iniciar la búsqueda de la intelectualidad como medio de transporte en la vida y sentir que mi corazón palpitaba con el arte, con los crujidos de la revolución cultural, con los golpetazos de escenas que se movían en templos de culto, Nueva York, Amsterdam, París, Londres, San Francisco… Yo viajaba diariamente a esos lugares con mi mente y me sentía distinto, divergente, al rebaño de mis compañeros de clase, incluso de parte de mis amigos, que siempre me miraban con cierto recelo. Me alegro enormemente de ser diferente y que esa diferencia radique en usar mi cerebro para procurarme placer. No he cambiado mucho desde aquel 1974, con dieciséis años, cuando decidí que mi camino era perseguir la pasión.
En el instituto era una estrella, me encantaba serlo, vestía con atrevimiento, tomaba drogas, adoraba el rock ‘n’ roll, la literatura alternativa, el cómic, el pop art, el cine de arte y ensayo (como se llamaba entonces), la pintura, especialmente el abstracto, el pensamiento libertario y, por si eso fuera poco, era muy muy guapo. Guauuuuu, lo tenía todo.
Ahora me congratulo, con sesenta años, de que todo siga igual, de hacer mi programa de radio, de compartir mis pensamientos con gente que empatiza con mis sensaciones y de vivir la vida con cierta dosis de sorpresa o, por lo menos, intentar localizarla. Lo de ser guapo digamos que ha pasado a mejor vida, pero me encuentro bien, como decía aquella canción, “me encuentro estupendamente, hasta mañana, pero eso es otra historia”.
Buenas vibraciones!