A pesar de las amputaciones, todo puedes desarrollarse salvando esos obstáculos que la sociedad impone para eliminar disidencias. De alguna forma, eso es lo que se intuía en aquella canción en donde una niña de doce años descubría en su ático un sinfín de energía y posibilidades.

En ocasiones todo reside en la mirada de agradecimiento de un niño de ocho años, acostumbrado a ser observado con ojos de reprobación, tan solo por tener un color de piel más oscuro o proceder de un lugar tan vilipendiado como Sahara. En ocasiones, decía, solo es eso, pero nos empecinamos en buscar alegatos de autocomplacencia para justificar nuestras propias carencias. Yo me confieso en ese estado de conmiseración que busca la ternura de quien te está mirando en ese mismo instante a los ojos. ¿Necesidad de ser amado? puede.

En realidad yo solo quería hablar de mi programa de radio y de cómo lo uso, una terapia para sentirme útil. Ahora las cosas en una emisora ya no se mueven por los cauces normales, ya no hay platos donde depositar con aquella dosis de dulzura un disco resplandecientemente negro y dejar descansar la aguja en aquella canción que deseas descubrir a quienes estáis ahí detrás, no, no es el caso. Por no haber ni siquiera encuentras reproductores de Cd, sino un sinfín de receptáculos para esos diminutos pinchos en los que previamente uno instala un cúmulo de información (sónica en mi caso).Pero me quiero reivindicar de alguna forma, creo que es una necesidad, ya que cada una de esas canciones que suenan en Los 39 Sonidos tiene su propia historia; está pensada para alguien, a veces para muchas personas, están grabadas una a una, desde mi plato (sí, también a veces desde mi reproductor de CD), nunca descargadas. Es posible que eso conlleve un trabajo extra, a veces excesivo y poco o nada reconocido, pero lo hago por identidad, por afiliación a mis ideas, como una afirmación de que otros modos, algo arcaicos, puede, pero tan reivindicables como cualquiera, pueden tener aún cabida. Con eso quiero decir que cada vez que Los 39 Sonidos salen al aire no solo hay detrás tres horas de empeño, sino un montón más de tiempo empleado en busca de la emoción, de la captura de la esencia de cada melodía y una persecución casi de la inocencia del rock.

Sí, os aseguro que siento la necesidad de transmitir mis gustos y servir a quien sea la posibilidad de compartirlos o, de alguna manera, extrapolar esa serie de sentimientos que las canciones otorgan a todo el que se acerque a ellas con ánimo de sentir placer.

Diariamente descubro que se pueden hacer cosas valiosas ayudando a personas que lo necesitan, pero no me escondo al decir que también un programa de radio, como el que yo intento hacer, es una forma de amar, de amar a muchas personas. Ah! y de presentarles canciones, mis mejores amigas.

Buenas vibraciones!