Perseguido por la aureola de ser hijo de uno de los símbolos de la generación folk americana, el insustituible Woody Guthrie, inspirador de Bob Dylan, Pete Seeger, Peter, Paul & Mary, John Phillips y un extenso etcétera, Arlo se dejó arropar por el rock para dotar a sus composiciones de una fuerza eléctrica tan excitante como verídica.
Arlo nació en Brooklyn en 1947 y vivió la música y los estímulos sociales desde bien pequeño. Su madre, bailarina y activista, su abuela poeta y su padre revolucionario… todo bajo un ambiente judío, que le marcó los primeros años de su vida, hasta que se desvinculó completamente de la religión y tomó una clara línea social, combativa y reivindicadora de los derechos humanos.
Su primer trabajo estaba relacionado con Alice Brock, profesora y librera, con un claro contenido sarcástico acerca de los movimientos políticos que provocaron la intervención en Vietnam. Arthur Penn dirigió la película basada en una de las canciones más renombradas de Arlo, “Alice’s Restaurant Massacree” (1967), un tema casi hablado, con un tremendo sentido del humor y un texto corrosivo, de casi diecinueve minutos de duración, donde hay provocación sexual, cameos de personajes relevantes de la contracultura americana y una serie de canciones que darán el pistoletazo de salida de una carrera tan brillante como injustamente olvidada.
A pesar de criarse en el estado de Massachussets, se traslada a California, donde toma contacto con la escena hippie y mezcla sus influencias folk con el rock cáustico y ácido de San Francisco y Los Angeles. Si su primer Lp fue un empujón que le proporcionó algo de notoriedad (a pesar de ser menos creativo que los siguientes), su obra posterior le sitúa en un contexto de músico inquieto que usa terminología clásica en sus canciones para elaborar una serie de composiciones que suenan frescas e inmediatas; de ahí esa influencia que rescata del country, el ragtime, el blues o el western swing.
Implicado en desenmascarar el gobierno de Richard Nixon, se introduce en la trama de abogados y periodistas que desentrañan el proceso Watergate, que acaba con la corrupta carrera política de dicho presidente (deberíamos tomar nota en este país). Durante ese periodo edita sus álbumes más exquisitos, “Arlo” (1968), “Running Down The Road” (1969), “Washington County” (1979) y “Hobo’s Lullaby” (1972), contando con músicos tan importantes en la grabación de los mismos como Ry Cooder, Jim Dickinson, Clarence White, Doug Dillard o Jim Keltner. Colaboró en infinidad de ocasiones con Bob Dylan, miembros de los Byrds, David Crosby, Stephen Stills y Neil Young, mostrando una innegable capacidad para adaptarse al folk y al rock sin perder la compostura ni su imagen tierna.
https://www.youtube.com/watch?v=uPlQVM6g_Zc
Sus canciones retratan compromisos con los desfavorecidos, cinismo acerca del establishment, alegatos contra las deportaciones de inmigrantes, regreso a los orígenes de la naturaleza y otras cuestiones totalmente definidas en el movimiento hippie. Políticamente incorrecto, sus discos reflejan el sentir de una generación que a punto estuvo de cambiar las cosas y que, lógicamente, sufrió una derrota agresiva, donde la CIA tuvo una enorme implicación.
Tras momentos álgidos, en los que regresó con Lp’s increíbles, como “Last Of The Brooklyn Cowboys” (1973), “Arlo Guthrie” (1974) y “Amigo” (1976), su carrera se relacionó con Pete Seeger, con el que recorrió medio mundo cantando canciones de esperanza, desilusión y aceptación, hasta que fue diluyendo su talento en gotas esporádicas.
Arlo Guthrie ha dejado un legado de un puñado de discos excelsos en los que el country se baña de rock ‘n’ roll, con permiso de ragtime y blues, con letras que irrumpen en la conciencia de quien las escuche prestándoles atención. Fue el chico de la esperanza truncada de Woodstock, el hijo de un hombre que fue mucho más que una leyenda y, en definitiva, un gran compositor de melodías con entidad social.