Creo que podría matar o morir de amor por determinados discos; algunos de ellos van creciendo con el paso de los años, reflejando sentidos heroicos en atuendos, posicionamientos e imágenes que definen estados de otros tiempos.
Creo que el mundo ha mejorado en muchos aspectos, pero hemos perdido ciertas perspectivas y cierta moral humana, somos mucho más materialistas y, aunque colaboramos más en un cierto progreso educacional, no podemos evitar que las jóvenes generaciones se hundan en abismos de identidades pervertidas por modas, bellezas y otras ficticias veleidades que se anuncian por televisión. Ya sabemos aquello que preconizó Gil Scott-Heron, la revolución no será televisada; claro, porque no puede haber revolución en un mundo donde somos objetos (¿objetivos?) de información maleables y manipulables.
Hablar a estas alturas del “movement”, la auténtica nomenclatura del hippismo real, es pueril y ciertamente naïf, es un recuerdo desdibujado de gentes en constante apreciación de lo que les rodeaba, naturalizando lo obvio, el disfrute de los sentidos, la explosión del placer, el juego de la vida en estado puro. Los que me conocen saben que hay una gran parte de mi corazón que añora postulados de aquella generación del Flower Power, pero la verdadera, la que edificaban personas con criterios abiertos, que a punto estuvieron de destruir el sistema americano, hasta que el servicio de inteligencia de la CIA se encargó de 1/ Crear una imagen burlona del ideario, para que pareciesen unos idiotas redomados y 2/ Introducir la heroína en las filas de los activistas para dañar todo el fenómeno. Y tuvieron éxito, aquella plataforma cívica de libertad se desmoronó al primer embiste gubernamental.
Pero quedó el poso de los artistas, de los cineastas del Living Theatre, de las congregaciones de creadores, de los literatos y de aquellos discos que decoraron los mejores momentos de la juventud sónica. Aquí, entre mis manos, se encuentra uno de esos artefactos irresistibles e indomables, de expansión músico cultural y colorista, un álbum por el que podría morir de amor, sin dudarlo.
Buenas vibraciones!
Voy camino de misa y he leido tu artículo sobre el hippismo y me ha trasladado a mi juventud, yo también adoro a Strawberry alarm clock y a todas las demás bandas que me llegaron al alma ( Jefferson Airplane, Gratefuldead, Quicksilver y un largo etc) pero especialmente quiero hacer mención a uno de los discos esenciales de mi vida que no es otro que Forever changes de Love , el cual siempre quedará en la conciencia colectiva de aquella generación.