La frágil línea que delimita el éxito del olvido suele acomodarse en los artistas que, por su actitud o personalidad, sucumben a los encantos de la oscuridad. En numerosos casos, el rock se alimenta, como alimaña, de seres bipolares que encuentran seductor hacer sucumbir su talento a consecuencia de acercamientos con amistades peligrosas, químicamente hablando. Uno de los casos más obvios y, lamentablemente, más angustiosos, es el de un quebradizo genio del sur londinense llamado Peter Perrett, líder de un grupo tan descomunal como efímero, The Only Ones.

 

Perrett era de una palidez extraordinaria, tanto que, cuando subía a un escenario, refulgía como un foco blanco como la nieve, esa que se introducía por sus venas. Su personalidad era tan atrayente que focalizaba la atención de todos en una especie de aura inmmaculada de perdedor y literato, un Artaud de la Nueva Ola británica. Él y su compinche John Perry montaron un proyecto al que llamaron England’s Glory, un paso sónico emparentado con el nihilismo de los primeros años de Lou Reed y el terrorismo amargo de los New York Dolls. Con ellos no pasó mucho y sus canciones se perdieron el el olvido hasta que, tras el reconocimiento de su siguiente banda, fueron recopiladas en sendos discos de homenaje necesario. Con el veterano baterista de Spooky Tooth, grupo de rock progresivo inglés setentero (y grandioso), Mike Kellie, se formó el embrión de The Only Ones. Su nombre era una exclamación de algo realmente único, con canciones desalmadas sobre los territorios hostiles de la vida e historias escabrosas de la cotidianeidad de chicos de barrios periféricos. El bajista Alan Mair se unió a la nave y su primer single partió hacia los corazones impíos de muchachos cansados de tanto punk sin alma; “Lovers Of Today” era la encarnación británica del ideario de Johnny Thunders, un amigo que unirá sus compromisos con la dama blanca al mismo tiempo que Perrett. Tras la rendición de la prensa al nuevo descubrimiento del pop inglés, The Only Ones fichan por CBS y transgreden los cimientos de la escena de la época gracias a turbulentas canciones sobre las relaciones, como “Another Girl, Another Planet” una de las más trepidantes gemas de la música anglosajona. Y así todo el primer LP, sin descanso, sin esperanza, sin rubor y, desde luego, sin dejar de buscar emociones.

 

En el 78 entran en el estudio para armonizar uno de los discos emblemáticos de la ciudad de Nueva York, “So Alone” de Johnny Thunders, en unas sesiones tan brillantes como caóticas. El resultado traza líneas de desesperación y pop difícilmente entendibles si no se conocen las causas de esta hermandad que caminaba hacia el abismo.

 

“Even Serpents Shine” fue aún más oscuro, una alegoría a mundos sin sol y sin sueños, solo pesadillas musicalizadas con unos sentimientos desatados. “From Here To Eternity”, una canción influenciada por la película del mismo nombre, describe situaciones por las que no merece luchar; su estilo de cronista despiadado y distante le acerca al presupuesto lírico de Reed, una vez más, junto a su voz, nasal, descuidada y envolvente, suave y amarga al mismo tiempo, como una dosis envenenada de arte malsano.

 

Su canto del cisne se traduce en un terder disco turbador, el final de un tunel aún más tenebroso. “Baby’s Got A Gun” siempre fue para mi el mejor disco de ellos, aunque casi toda la prensa se refiera al primero. Este tercer Lp destila el infierno personal de un heroinómano autodestructivo, pero hábil y creativo hasta el último instante. “The Happy Pilgrim”, “Why Don’t You Kill Yourself ?”, “Deadly Nightshade” y, especialmente, “Me And My Shadow” son escenas de su mente en proceso de escapismo del mundo real.

 

Y, como cabía esperar, su separación fue el estertor de un mago muerto, no creativamente, pero sí en su humanidad. Tras una gira con los Who en los Estados Unidos, sus continuas desapariciones, devaneos y pérdida de sentido, derivaron en una agonía innecesaria para tan gran talento. Peter Perrett había escapado por la puerta de bastidores con su figura extremadamente delgada y su equipaje de melodías quebradizas y deliciosas.

 

Peter Perrett editó discos en solitario, fruto de su reconocimeiento como leyenda de aquél Londres atrevido y transgresor, discos fantásticos, pero sin continuidad. Realizó conciertos memorables (yo tuve la ocasión de disfrutar de uno de ellos, en el Underworld, allá por el ochenta y tantos) y mostró su similitud con Thunders no acudiendo en ocasiones a otros conciertos que tenía programados. Los Only Ones se reunieron, lógica representación fantasmal de algo memorable tiempos atrás, grabaron pero nunca escucharemos el resultado de aquello, se echaron atrás.

 

Peter Perrett sigue siendo un extraño superviviente, un ángel tornasolado en cadáver, pero se mueve, respira y sus efluvios siguen sobrevolando la ciudad de Londres buscando aquella chica en otro planeta.

Combinado 01

Combinado 02

LP's

DOS VISONES DISTINTAS DE ANOTHER GIRL, ANOTHER PLANET, EN 1979 Y EN SUS ULTIMOS AÑOS

OTRAS GRANDES CANCIONES